marca personal: Dan ★

Herencia. 7° 53' 21.0696'' N72° 31' 5.8332'' E

En Changshá, China, hay un templo taoísta llamado Taogong, a orillas de un rio sinuoso que baña esta milenaria ciudad. En este templo, que lleva cientos de años en constante renovación, hay una pintura de una mujer amamantando, no a su hijo, sino a su madre anciana. Para los taoístas, son los ancestros la única razón de nuestra existencia, nuestra creación. Por eso los honran, los cuidan, los protegen, aún incluso después de la muerte. Para ellos, nuestra identidad está ligada a nuestros ancestros y a nuestro futuro.

Nuestros apellidos es una carga extraña de sangre y herencia, son las pistas de un inmenso mapa hacia un lugar intransitable: el pasado. Tal vez por eso nos ponen nombres, para que tracemos nuestros propios mapas hacia el futuro. Soy como muchos latinoamericanos, una persona que pierde el rastro de sus ancestros más allá de la segunda generación. No sé nada de mi familia, ni de donde vengo, ni cómo llegaron aquí. Sin embargo, cuando viajo, siento que una parte de mi abuela o de mi padre viajan conmigo, en mi sangre.

Viajar me ha llevado a lugares que jamás pensaba conocer, conocer personas que jamás pensaba que existían. Siento que a cada kilómetro, hay un tercer mapa que recorrer: el presente, y mi presente ama un mundo globalizado, lo mira con esperanza más que con nostalgia. En cada kilómetro, en cada coordenada, encuentro más personas, de cualquier allá, otros puntos errantes como yo, cuerpos que se desplazan por el planeta, que de por sí, es un cuerpo que se desplaza por el universo.

Cuando viajo paso muchas noches viendo las estrellas. Cuerpos celestes que bailan en el vacío, cayendo lentamente entre sí, emitiendo luz que tarda años o siglos en llegar a nuestros ojos. Un mapa del pasado completamente al frente de nuestro presente. De niño veía a Orión en el cielo y sabía que llegaba mi cumpleaños. Cuando venía la Cruz del Sur, sabía que el día de la madre llegaba pronto. Las constelaciones siempre le dan orden al tiempo y al aparente caos del cielo.  ¿Qué es lo más certero que tenemos, el origen más claro existente?

 
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Estructura. 14° 20' 54.096'' N 100° 34' 34.572'' E

El gran problema de construcción de un perfil, era que me sentía un desorden en mi orden: una persona creativa y ansiosa, con un trabajo disperso y desordenado. El ¿qué haces?, era esa pregunta que desarmaba mi aparente estructura. Siempre era alguien allá cuando estaba aquí. No fue sino hasta que empecé a ver mi trabajo como un resultado de una conexión de personas y de acciones a través de una línea de tiempo, que empecé a contemplar que, mi vida, así como las estrellas en el cielo, son esas mismas constelaciones de personas y acciones.

Diseñé una estructura que me permitiera organizar mis trabajos, mis oficios y mis pasiones de una forma clara. ¿La respuesta? Las constelaciones. Desde que realicé la conferencia 83 hojas de vida (Colombia, 2018), he comenzado a utilizar esta estructura para ponerle un orden y una función a cada uno de los perfiles que como profesional y como persona tengo.

Decidí separar mis perfiles en tres grandes puntos: yo como nómada, yo como arquitecto y yo como artista. Cada uno, respondiendo a un qué hago, porqué lo hago, cómo lo hago, dónde y cuándo. Cada uno de estos tres puntos se subdivide en acciones, y cada acción abarca precisamente un espectro o un oficio.

El resultado es una gran constelación creada con las tres constelaciones de cada perfil. Finalmente, una estructura legible.


 
 
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Una parte de nuestro ser sabe que es de aquí de dónde procedemos. Ansiamos volver, y podemos hacerlo. Porque el cosmos también está dentro de nosotros: estamos hechos de materia estelar, y somos el medio para que el cosmos se conozca a sí mismo.”

Carl Sagan.

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Identidad. 24° 4' 31.98'' N 120° 32' 42.252'' E

Tenemos tantas identidades como personas que crean en nuestra existencia. Como una estrella en el cielo a la que no le importa cuántos nombres ha tenido o a cuántas constelaciones o sistemas astronómicos ha pertenecido.

El 4 de febrero del 2011 me cambié el nombre legalmente. ¿La razón?¿ jamás me gustó mi nombre de pila. Decidí acortarlo y ser simplemente Dan. Una de las cosas que más me llamaba la atención, a medida que recorría el mundo, era la forma en la que mi nombre mutaba, para que las personas pudieran memorizarlo. En Corea del Sur, por ejemplo, era identificado como danji, por el jarrón donde se fermenta el kimchi. En China, soy dan, la misma palabra para huevo. Más singular aún, la escritura. En China, Dan ya no es “dan”, ahora es ‪旦‬. Los seis trazos a los que estaba acostumbrado ahora son tres. En Argelia, cuatro. En Tailandia, dos. Mi identidad estaba en esos trazos y en su forma de leer mi nombre. Era la forma en la que yo estaba siendo comunicado hacia otros, porque era la forma más fácil para que entendieran quién era.

El sonido es el mismo: [ 'dan ] pero los trazos mutan en cada país al que voy.

 
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¿En cuántas formas podía escribir mi nombre? ¿En cuántos países he sido tan pocos trazos? ¿Era, entonces, esa identidad nómada que simplemente se amoldaba al lugar donde llegaba a trabajar? Porque siempre me he atrincherado en mi resiliencia, en esa constante querella personal de poder asentarme en cualquier lugar del mundo y aprender del anonimato como una herramienta de realización.

Existe una constante, como la misma estrella en el firmamento que ha pertenecido a muchas constelaciones sin saberlo. Y su nombre, sin embargo cambia, dependiendo de quién la ve, cuándo la ve y dónde es vista. Así entonces fue como construí una identidad visual. En parte constante, en parte en movimiento.

La constante es lo estructurado. El movimiento es la identidad.

El que está aquí, ahora es allá. El que está allá, ahora soy aquí