Japón me enseñó muchas cosas, pero la más inesperada fue esta: bañarse en bola con desconocidos puede ser increíblemente relajante. Por eso, siempre respondo que en Japón vi unas 120 vergas. Luego de la primera indignación o impacto por mi respuesta, explico que me tocaba ir a los baños públicos casi todas las noches a lavarme todo como es debido. En muchos apartamentos o casas, especialmente los tradicionales, el baño solamente se compone del hipermegaavanzado inodoro y el lavamanos, sin rastro alguno de la ducha.
Cuando muchos turistas se dan cuenta de esta particularidad japonesa, se nublan de excusas y peros. Hay que reconocer que contrario al español, el latino es bastante pudoroso con esto del nudismo. Aquí tenemos la idea que el la pureza del cuerpo va de la mano con el vestir (de hecho, herencia judeocristiana producto de la historia de Adan y Eva y esas vergas) y por eso, el andar desnudo es sinónimo de vergüenza. Como nudista que soy, he visto lo difícil que es para un latino quitarse la ropa: nada más de ver cómo se desvisten en un gimnasio es apenas para reír.
Por eso, está aqui porque quiere ir a Japón y no sabe como se utilizan los onsen y/o sento o solo por curiosidad.
En el afán de hacer una guía SFW de esto (tengo una muy explicita en video en mi página azul) he creado la Guía para bañarse en bolas en Japón.
¿Onsen o sento?
Vamos a partir con lo básico: el onsen es un baño termal natural que evidentemente usa aguas con temperatura caliente que emerge del agua, tal cual como un baño termal normal que puede encontrarse en cualquier lado. Shirahama, por ejemplo, es famoso en Japón por tener muchos en su ciudad y ser el Acapulco de los japos. Lo puede reconocer por el logo ♨ o con el kanji 温泉 (copie y péguelo, le salvará la vida). Por otra parte, los sento son baños termales artificiales, o sea, que calientan el agua en sus instalaciones. Normalmente se encuentran en las áreas urbanas. Para encontrar los sento más cercanos, pueden buscar en internet diversas app que le geolocalizará dónde hay uno. Sin embargo, por experiencia, pregunte ya que la densidad de las ciudades es tanta y la complejidad del idioma es tal, que es bien difícil encontrarse uno si se hospeda en un área poco turística. Créame, duré una vez una hora buscando uno en una calle de Ikebukuro en Tokio.
Ese asunto de los tatuajes
Los tatuajes normalmente han sido relacionados con la mafia yakuza de Japón y en muchos lugares, especialmente los de pueblos rurales, lo mirarán con cara de quibo mijo que se le perdió; y sí, podría ser que no lo dejen entrar ni a bala. Sin embargo, la sociedad japonesa poco a poco se ha vuelto flexible con los tatuajes en los baños públicos, especialmente cuando estos son portados por extranjeros.Entre todo esto, debo decir que en el sento 平和湯 que probé en Ikebukuro permitían el ingreso de tatuados: justo al lado mío y mientras estaba poniéndome jabón juicioso, llegó a mi lado un auténtico yakuza a bañarse. Es bien sabido claro que Ikebukuro tiene mafia, pero tampoco pues esperaba verla así. Tan … en la cara,
Si tiene tatuajes, entienda entonces que es muy posible que no lo dejen entrar a bañarse. Es por eso que esperé hasta mi viaje a Japón para empezar a tatuarme. Ahora bien, al ser extranjero muchos onsen ya entienden esto y flexibilizan la entrada, recomiéndo informarse primero si permiten o si son tolerantes con el tatuaje.
La entrada
Cuando llegues al onsen prepárate para esa sensación de “¿y yo aquí qué hago?”. No hay que ser tímido, que todo el mundo está igual de pelado, literal. Pero antes de salir corriendo hacia las aguas, toca pagar la entrada, que no es gratuita pero sorprendentemente para los precios de Japón es accesible. Usualmente en la puerta te darán (o tendrás que comprar) una toalla pequeña (la famosa “toalla de las bolas”, que más adelante entenderás por qué es imprescindible.
No te preocupes, nadie va a juzgar que vengas cargando una toalla de baño gigante y una esponja.
Aquí viene lo importante: hay tres cosas que no pueden faltar en tu kit de onsen. Es mejor al menos cumplir con dos de estos.
Toalla alargada: para secarte después, ni la uses para taparte en el baño porque no está bien visto, pero sí para secarte al final.
Esponja o jabonera: sí, aquí nadie te pasa el jabón ni el shampoo, eres tú contra la mugre. Mejor lleva tu esponja para que te pongas a fregar como si fuera un ritual sagrado.
Toalla de las bolas: no, no es ninguna broma ni accesorio para pelear, es esa mini toallita que usan para cubrir lo justo y necesario cuando caminas desnudo por las áreas comunes. Es como tu capa mágica de modestia. No la metas en el agua, por favor, ni la mojes, que es para secarte y para no enseñar más de la cuenta.
Lockers y canasta
Desvestirse en un onsen es todo un acto de liberación cultural: entras al vestidor como un turista pudoroso y sales convertido en nudista zen. Primero,Sí, vas a tener que dejar toda tu ropa, tu orgullo y esa inseguridad que traías puesta. Empiezas quitándote la ropa “de a poquitos”, como si fuera una despedida emocional con cada prenda, hasta que solo quedas con tu toallita ridículamente pequeña (la famosa toalla de las bolas) y una mezcla de pena y fascinación. Esa toalla no tapa nada, pero la llevas en la mano o en la cabeza como símbolo de respeto y autoengaño.
Con la ropa guardada y el pudor disuelto, te paras ahí, en pelotas, entre japoneses indiferentes que ya han visto más cuerpos que un médico forense. Y en ese instante, entiendes que nadie te está mirando, que el juicio quedó en Occidente y que la verdadera limpieza empieza quitándote hasta la vergüenza.
Ah, y no te preocupes, los lockers en Japón son más seguros que tu cuenta de banco.
La guerra de los sexos
Los hombres y las mujeres están separados en los baños públicos. Los hombres 男 tienen un área completamente separada y privada de las mujeres, marcado con el kanji 女. Los niños también van según su sexo.
Verán, en mi primer onsen que quedaba en Shirahama, la pena no se dio por tenerme que empelotar. No. Resulta que el sitio para los hombres daba con el mirador del pueblo, el muelle donde TODOS LOS TURISTAS desfilan con sus cámaras gigantes (aún no entiendo cómo los orientales aman las cámaras con lentes inmensos) justo al frente mío. Pero bueno, es lo que Dios me dio, así que pues, qué se le puede hacer. Por cierto, es el onsen más hermoso que visité en mi viaje.
A bañarse sentado
Antes que pretender tirarse a las piletas de aguas calientes o heladas, primero hay que limpiarse, como cosa básica. Los japoneses se toman muy en serio la limpieza y para ello han dispuesto un taburete bajo que al frente (a veces) tiene un espejo, unos portajabones, regaderas/mangueras de agua caliente y fría y obviamente, un sifón en un proceso llamado kayeku. Simplemente siéntese, agarre su shampoo, jabón y demás implementos de aseo y báñese juicioso, teniendo cuidado con la presión del agua de las mangueras. Sí, puede que sea muy raro tener que limpiarse sentado y frente a un espejo, pero crea que el espejo está ahí puesto para que usted no pierda ni un solo detalle de su cuerpo. A menos que sea narcisista sexual, no creo que tenga problemas.
Entrar al agua caliente.
Ahora, este es EL secreto para no pasar vergüenza y no contaminar el agua termal: antes de entrar, toca bañarse bien, y digo bien en serio. En las áreas de lavado encontrarás un asiento bajito y una regadera con manguera para que te tires agua, te jabones, te enjuagues y quedes más limpio que un monje zen. Ni se te ocurra entrar al agua caliente sin haberte limpiado; los japoneses te van a matar con la mirada. Aquí es ritual: lavar, enjuagar, repetir si hace falta. Cuando termines, solo entonces podrás sumergirte en esa agua caliente que parece el abrazo de una abuela gigante.
En algunos onsen es tradicional colocar una pequeña toalla en la cabeza mientras te relajas en el agua termal. Esta práctica no es obligatoria, pero puede ser útil para mantener la cabeza fresca.
Y no hagas la rata, que no es un jacuzzi donde solo te sientas y nada más. Si vas con personas o amigos, conversa muy bajito. Fñijense que en Kawaguchiko me tocó un onsen donde habían cuatro chicos de Australia que era la primera vez que estaban desnudos entre si y conversamos un largo rato al respecto. Apenas entró un japonés, bajamos la voz.
Al agua patos.
Después de quedar muy limpios, es hora de disfrutar. Los onsen y sentos tiene infinidad de variedad de tinas con diferentes tipos de hidromasajes que puede tomarse con todo gusto y comodidad. ¿Recuerdan la toalla del pudor? Bueno, la toman, se cubren las vergüenzas y caminan por el lugar. Existen diversos tipos de tina, pero es normal y usual que encuentre dos: agua caliente y agua fría. Pruebe primero la de agua caliente, que a esta altura debe estar aclimatizado. Siga su cuerpo, vea qué forma tolera el calor y si siente que la presión le puede fallar, no dure mucho tiempo dentro.
No se ponga de mirón.
Una regla de oro para sobrevivir en el onsen: aquí nadie está para exhibicionismo, ni para mirar a los demás como si fuera un zoológico humano. Por respeto, evita hacer el papelón de estar mirando fijo a alguien o hacer comentarios tipo “¡mira esa espalda con relieve!”. Cada quien viene a relajarse, no a que lo conviertas en atracción turística. La gracia es desconectarse, sumergirse en la tranquilidad y dejar que el agua caliente te derrita las preocupaciones, no que te pongas en modo paparazzi.
Las dichosas amenitissss.
Por si no lo sabías, los onsen no son solo agua caliente y silencio incómodo. Algunos te sorprenden con cosas como TV a todo volumen en la sala de relajación, máquinas de vending con bebidas isotónicas para no deshidratarte, e incluso pequeños electrodomésticos como secadores de cabello que parecen sacados de una película de ciencia ficción. La clave es usarlos con respeto y en el espacio designado, porque nada arruina más la paz que un fanático del karaoke gritando mientras se seca el pelo. Ah, y si te ofrecen esos divertidos yukatas (batas de algodón con estampados raros), no dudes en ponértelos después del baño para sentirte como todo un samurái de spa.
Al final del día, meterse a un onsen desnudo no es solo cuestión de piel al aire, sino de dejar atrás esas barreras que el pudor y la vergüenza nos meten en la cabeza. Es un ritual para soltar el estrés, para reconectar con uno mismo y con un pedacito de cultura que lleva siglos enseñándonos que a veces, lo más natural es también lo más liberador. Así que suelta la ropa, agarra tu toalla de las bolas (sí, así como suena) y déjate llevar por el calorcito que te abraza sin juicios ni miradas raras. Te prometo que no solo vas a salir limpio, sino con una sonrisa y un relax que no sabías que existía. ¿Qué esperas? Dale chance, el onsen te está llamando.