¿Cuántas historias puede contar un edificio? En pleno corazón de Lyon, sobrevive una iglesia sencilla que, aunque parece callada, narra un relato fascinante sobre la ciudad, su origen y su destino. ¿Quieren conocerla conmigo?
Lyon, 6:30 pm. Calle Saint-Jean, 34. Caminando por las calles de la vieja ciudad, me encontré con un sitio de grabados antiguos. Como fan —no por nada tengo doce tatuajes inspirados en grabados— no pude resistirme a explorar. Entre un cajoncito encontré dos grabados muy interesantes de una iglesia.
¿Existe todavía? Sí, la iglesia sigue en pie, aunque luce muy diferente a como aparece en esos grabados del siglo XIX. Hoy, les presento la Basílica Saint-Martin d’Ainay.
Esta iglesia es muy particular. Construida en el siglo XI, es un edificio románico que combina varios estilos en su estructura porque es la tumba de los mártires de Lyon. En su nave central, que es amplia, hay pinturas del siglo XIX hechas por Hippolyte Flandrin que destacan a Santa Blandina y San Pothin, los mártires devorados por leones en la época romana.
Sí, son pinturas del siglo XIX, y aquí empieza una historia de borrar y modificar la historia misma. Déjenme presentarles a Viollet-Le-Duc, un arquitecto restaurador del siglo XIX obsesionado con devolver a las obras su estilo más puro, sin importar que eso significara borrar siglos de historia. Si un edificio era gótico, eliminaba todo rastro posterior para devolverlo a su estilo original.
En Saint-Martin d’Ainay, dos de sus discípulos, Pollet y Benoît, aplicaron esa idea a fondo, con el objetivo de devolver la iglesia a su estilo románico puro. Destruyeron mosaicos medievales porque no encajaban con la época original, construyeron capillas laterales tomando inspiración de un claustro que había desaparecido durante las guerras religiosas de 1562, y modificaron la fachada para hacerla “más armónica”.
Entre esas transformaciones está la capilla lateral que conserva la iglesia primitiva: la cripta de los mártires. Allí, debajo, reposa el cuerpo de Santa Blandina. “¿Murió aquí?” pregunté, y me respondieron que no, que fue en otro lugar de la ciudad.
Museo de la Imprenta, 2:00 pm. Calle de la Poulaillerie, 13. Ese día, mientras exploraba los traboules en la Croix-Rousse —esos pasajes secretos que recorren la ciudad— y visitaba el sitio del martirio de Santa Blandina, me encontré con esto: las Tablas Claudianas, aunque solo una copia.
Las Tablas Claudianas son uno de los pocos vestigios que quedan del Santuario de las Tres Galias, un complejo enorme que hoy es un misterio porque nadie sabe dónde estuvo. Nadie. Y era enorme.
Lo único que queda con certeza es el Anfiteatro de las Tres Galias, donde, en el año 43 a.C., fueron martirizados los cristianos de Lyon, entonces llamada Lugdunum, justo cuando la ciudad comenzaba a ser una potencia en la Galia.
De repente, recibo un mensaje: “Te espero a las 7:00 pm, van a presentar una nueva teoría sobre el origen de los arêtes de poisson.” El lugar: Fort de Vaise.
Para los que no conocen, los arêtes de poisson son una red secreta de túneles bajo Lyon que apenas se descubrió en el siglo XX. La semana anterior había ido a explorarlos, así que mi curiosidad explotó.
En la conferencia presentaron una teoría que decía que esos túneles podrían ser los sistemas de desagüe del desaparecido Santuario de las Tres Galias. Parecía una locura, pero justo esa misma tarde hablaba del santuario mientras visitaba el lugar donde martirizaron a Santa Blandina.
Este santuario, construido para honrar a Roma y Augusto, tiene un gemelo en Tarragona. La teoría, señalada en amarillo en la diapositiva, ubica el altar del templo donde terminan varios calles de la Croix-Rousse, justo en el final de los arêtes de poisson.
En otra diapositiva mostraron la foto de una moneda, la única representación que queda del Santuario. Lo que se ve ahí es el altar, que estaba flanqueado por dos columnas enormes de casi diez metros de altura.
Entonces el arqueólogo menciona a Saint-Martin d’Ainay. “Las columnas del altar están en Saint-Martin d’Ainay”, dice, pero con ese tamaño, solo pueden estar en un lugar: la torre de la basílica. El problema es que en los planos no aparecen columnas en las torres. Excepto…
…en la nave principal.
La segunda lámina de la tienda de grabados muestra unas columnas robustas que no parecen románicas, sino mucho más antiguas. Son las columnas del altar del Santuario de las Tres Galias, cortadas por la mitad.
Por mucho que Pollet y Benoît intentaran devolverle el estilo románico a la iglesia, había algo mucho más antiguo que no podían borrar. La estructura misma.
Por eso la Basílica Saint-Martin d’Ainay sobrevive. No porque la iglesia haya sobrevivido a su restauración, sino porque un templo romano perdido sobrevive dentro de ella, ante los ojos de todos, incluido tú.