Vamos a jugar a ser detectives. ¿Pueden adivinar cuáles son las tres diferencias entre estas dos imágenes? Mientras lo hacen, déjenme contarles la oscura historia que esconden estas fotografías.
8 de diciembre de 2020. Ese día, la revista Architectural Digest publica un reportaje sobre la remodelación de una casa en San Francisco. Entre las fotos aparece una del patio principal. Ahora, entren al link y lean el pie de foto.
Dice que en ese patio, que data de 1916, hay esculturas del Sudeste Asiático, pero si miran la foto, no ven nada. Esa pequeña contradicción llamó la atención de un periodista.
Los dueños de la mansión son Sloan Lindemann Barnett, abogada y escritora, y su esposo Roger Barnett. Investigando la relación entre el apellido Lindemann y esas esculturas, descubrieron que en Camboya había una investigación abierta.
George Lindemann, el padre de Sloan, fue un coleccionista famoso de arte jemer, la cultura que construyó maravillas como Angkor Wat. Para el gobierno camboyano, coleccionar arte jemer es una alarma roja porque está prohibido sacar ese patrimonio del país.
En los años 70, durante la guerra civil, muchos templos fueron saqueados por redes asociadas con militares, y por eso surgió una red de benefactores que devolvieron antigüedades, como Douglas Latchford, un coleccionista británico.
Las investigaciones en Camboya y Estados Unidos revelaron que Jim Clark, creador de Netscape, tenía piezas almacenadas en Miami. En una entrevista, Clark contó que hace veinte años conoció a Latchford en Camboya y este le vendió arte jemer. ¿El precio? 35 millones de dólares. Clark admitió que fue ingenuo y devolvió las obras a Camboya.
Pero la investigación siguió. Descubrieron en los Pandora Papers que Latchford usaba fideicomisos offshore para repartir arte jemer entre coleccionistas y museos. No era el benefactor que decía ser; en correos electrónicos, fiscales lo señalaron como intermediario clave entre saqueadores y coleccionistas occidentales.
Uno de sus socios le sugirió a los investigadores que miraran una edición de Architectural Digest de julio de 2017. Ahí estaba la casa de George Lindemann, padre de Sloan, diseñada por Peter Marino — el mismo arquitecto de la casa de la hija. Y ¿qué se ve en las fotos? Arte jemer, y no cualquier pieza, sino obras que Camboya lleva años buscando.
https://www.architecturaldigest.com/story/marino-article-012008
Un corredor de patrimonio saqueado, apodado “Jungle Cat”, aseguró que Latchford sacó de Camboya las cabezas de la ciudad de Angkor. Para ponerlo en perspectiva:
(Imagen)
Estas son esas cabezas. Los guardianes de las cuatro entradas a la ciudad de Angkor. En la foto verán que algunas tienen un color diferente, porque son copias — las originales desaparecieron.
Latchford murió en 2020, cerrando el caso en su contra, pero eso no impidió que los investigadores revisaran su computadora. Allí encontraron un correo con una foto etiquetada como “cabezas de Lindemann Angkor Thom”. Un vínculo directo entre Lindemann y Latchford que hace casi seguro que las piezas en la casa venían del tráfico ilegal.
Solo había un problema: George Lindemann murió en 2018 y su casa en Palm Beach fue demolida. La pista de su colección se perdió. Hasta ahora.
En 2021, como un impulso de ego, opulencia o lo que quieran llamarlo, apareció la foto de la casa de Sloan con un pie de foto que no tenía sentido: “esculturas donde no hay esculturas”. Y claro, empezó la búsqueda del origen de esa imagen.
En la página del arquitecto, encontraron que en la foto original sí estaban — las tres cabezas, lo único de arte jemer visible en la casa, la prueba de que la colección de Lindemann no desapareció. Pero la foto fue alterada con Photoshop.
A mediados de julio, después de que los periodistas pidieran comentarios, la foto del patio y otras que mostraban las reliquias desaparecieron del sitio web. Pero gracias al archivo de internet aún pueden verse:
Devolver estas piezas requiere la intervención de gobiernos, procesos judiciales que duran décadas entre entrevistas, documentos y un sinfín de costos. Todo para que países pobres puedan enfrentar a las billeteras de los más millonarios del mundo.
Y aunque nunca se supo quién alteró la foto, queda claro que un simple pie de página fue suficiente para revelar al mundo un entramado oscuro de saqueo patrimonial.