La escultura viva en el corazón de Armenia

En Armenia hay una escultura que se levanta al pie de un paisaje que desde siglos hipnotiza a todo el país. Quien se atreve a viajar hasta aquí queda atrapado en esos detalles únicos que no se ven en ningún otro lado. ¿Quieres saber por qué?

El paisaje puede ser de dos tipos: el que nos regala la naturaleza, el otorgado, que no podemos controlar y solo somos parte de él; y el alterado, aquel que ha sido tocado por el hombre, como esas barricadas que protegen a los vehículos en la frontera, recordándonos que el peligro no está lejos.





En medio de esa tensión se llega al desfiladero estrecho y rojizo del río Amaghu, donde se alza un monasterio que ha atraído a armenios durante siglos, mucho antes de que la guerra marcara estas tierras. Por eso iremos a Noravank.

Noravank es uno más de esos monasterios que quedaron en pie, mientras otros fueron arrasados por guerras o se quedaron fuera de las fronteras, como los de Ani. En Armenia, estos monasterios fueron centros de creación y conocimiento, las raíces culturales que cimentaron el alma del país.

Aquí se producían los famosos “manuscritos iluminados armenios”, obras que reflejaban valores culturales y espirituales. Muchos de esos libros están hoy en el Matenadaran porque sus monasterios originales quedaron en territorios perdidos o destruidos.

Pero Noravank no, a pesar de estar cerca de esa frontera frágil, sigue firme. Fundado en 1105 por el obispo Hovhannes como un centro para crear esos manuscritos, el complejo tiene dos iglesias —Surb Karapet y Surb Astvatsatsin— y una capilla.


Sabes que este lugar es especial cuando ves cómo la piedra parece cobrar vida en manos de los monjes, cómo cada lápida de 800 años, cada esquina de la capilla de San Gregorio, borra la línea entre arquitectura y escultura, creando un diálogo entre la piedra y la luz que la ilumina.



Porque sin luz no hay lectura, no hay sentido. Y sin los monjes ni los fieles, este paisaje alterado pierde su razón de ser. Ahí es cuando empiezas a entender por qué Noravank hipnotiza a quienes vienen buscando esa escultura.

La iglesia Surb Karapet habla sin reservas sobre el nivel artístico que encontrarás adentro: paredes talladas hasta el más mínimo rincón, con cornisas, dinteles, y detalles que parecen un manuscrito gigante. Al salir de su dintel finamente tallado con la Virgen y su niño, decenas de cruces cubren cada esquina, guiándote hasta la joya del monasterio.

Surb Astvatsatsin, la iglesia de la Santa Madre de Dios, tiene una fachada que jamás has visto antes, con pájaros que sobresalen de los vanos, márgenes de piedra perfectamente calculados y una escalera que parece levitar, que sube al segundo nivel para que los monjes puedan rezar sin ser molestados por animales.





¿De dónde salen esas palomas y sirenas con coronas de mujer en los dinteles? ¿Por qué esta técnica, tan precisa y a la vez tan extravagante, no se ha visto en ningún otro lugar? Porque esta iglesia es más escultura que arquitectura.

Y todo gracias a un monje llamado Momik, cuyo oficio era escribir manuscritos iluminados. Imagina sus ojos, entrecerrados por horas de dibujar miniaturas, viendo la piedra no como piedra, sino como papel. Sus páginas no eran de papel sino el paisaje que decide alterar.

Con su cincel, Momik creó para la eternidad, mientras pudo, una escultura-monasterio cuyos detalles siguen hipnotizando a cientos de armenios que llegan hasta aquí, entrecerrando los ojos para descubrir cada historia tallada en piedra.