La verdadera historia de Xaver y Emil.

Hace unos años, precisamente en el invierno del 2018, un escritor catalán llamado Guillem Club visitó Sighisoara. En su recorrido, registró la tumba de dos soldados caídos en la Primera Guerra Mundial que estaban enterrados juntos y haciendo mano de su investigación, decidió contar una increíble historia de amor perdida en el tiempo, que hizo rivalizar viejos amigos al punto de hacerlos separar en vida, para encontrarse juntos en el más allá. Sus nombres, Xaver y Emil. Su historia le dió la vuelta al mundo. 

Pero es ficción.

Cierto domingo lluvioso de la primavera del 2020, unos amigos decidieron visitar Sighisoara. Vivía en una granja de Transilvania, propiedad de Uwe, un saşi o sajón transilvano, una minoría producto de la colonización germana del siglo XII. Él condujo el carro que me llevaría a Sighisoara.

Yo quería ir a ver la famosa tumba de Xaver y Emil.

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Movido por esto, terminé recorriendo Sighisoara y Sibiu durante después de varios días de investigación. Si tenían curiosidad, es momento de contarles la verdadera razón por la que Xaver y Emil están enterrados juntos.

I. EL MITO

A finales del 2019, por vacaciones de navidad, salí de China donde trabajaba para encontrarme con mi familia que había escapado de una amenaza de muerte en Colombia. Por cuestiones fortuitas, con el sacudón que se pegó el mundo, terminé en Rumania, saliendo del área Schengen, sin empleo y esperando un vuelo que jamás llegó.

Tres meses después, cuando la cuarentena se levantó, decidí enfilarme hacia Transilvania. En mi cabeza este lugar es sinónimo de Bram Stoker y “Drácula”, la historia ficticia que le ha dado un tenebroso significado a esta región. Pero Transilvania es más que castillos y vampiros. Es de hecho, un territorio fértil, repleto de iglesias fortificadas en pueblos cuya arquitectura late entre el límite del campo abierto y la pequeña calle de la vecindad. Transilvania es una extraña joya de herencia sajona, rumana y húngara., donde los idiomas y las culturas han forjado un crisol único en este país.

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Visitar la tumba de Xaver y Emil en Sighisoara se está volviendo un fetiche producto de las redes sociales. Era un lugar que se había transformado en un meme en sí mismo, uno de tantos lugares que en un impulso digital, trastornan su propia realidad. Sabía, por palabras de Guillem, que para llegar a la tumba había que subir a la iglesia fortificada, por la escalinata cubierta de 1642, en la que supuestamente Xaver y Emil recorrían para llegar a la escuela. Se hizo así para proteger niños y los fieles de las inclemencias del tiempo, cosa que vine a saber de primera mano con el aguacero que se abalanzaba.

Sin embargo, en este extraño domingo la iglesia estaba cerrada, más no el cementerio. En la desvencijada reja, había un plano colgando en la puerta, para guiar al visitante en las laberínticas tumbas. Ahí le pedí a uno de mis amigos buscar la foto original de Guillem y poder ubicar la famosa tumba.

Ahí fue cuando tomé esta foto. 

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Pueden ver que el diseño ortogonal del memorial es fácil de distinguir entre los cientos de tumbas que ondean las curvas de la colina. Relacionando las fotos, ubiqué la solitaria tumba de Emil y Xaver, a la entrada del memorial. Por pura ubicación espacial, sabía que eran los primeros a la derecha al entrar al memorial.


Luego de convencer a mis amigos, bajar algunas escaleras y esquivar un árbol caído por las tormentas de los útlimos días, llegamos al memorial. Lo primero que hice fue preguntarme el por qué estaban juntos. Creo que todos los que hemos leído la historia de Guillem y sabemos que es ficción queremos saber la respuesta. Moví unas cuantas hojas secas con el pie y pude ver el borde de concreto que delimita el memorial de una pendiente de tres metros de caída.


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“Parece que no caben en tumbas separadas”, pensé. Y es que no hay espacio para una tumba más. Obvio, se nos cae el mortajo por la pendiente. Parecía todo tan evidente, que decidí darle Caso Cerrado al asunto.

Me parecía que la respuesta era demasiado obvia. 

Pero no.

No sabía lo que me esperaba.

Subí ese mismo día las fotos a Twitter, con algo de desenfado mi teoría. “Si ven, no caben”. dije. Pero si hay algo que he aprendido investigando y viajando estos últimos diez años es que todo se debe revisar dos veces. 

Es por eso que lo que hice fue contar el número de lápidas en la foto. ¿El resultado? 30.

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Pero en el plano de la entrada al cementerio, hay dos tumbas más. La 31 y la 32.

No tiene sentido. Parece un error de dibujo, pero estamos hablando de un sitio Patrimonio de la Unesco desde 1999 y el plano data del 2007. Se que en este tipo de planimetrías detalladas no hay espacio para errores así. Más extraño aún es que en el plano hay veinte tumbas con un extraño rectángulo en la parte de atrás.


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Una semana después regresaba al pueblo. Luego de dejar mis maletas, lo primero que hice fue volver al cementerio y hacer un levantamiento de las tumbas y comenzar a observar lo más posible.

Al fondo del memorial hay una inscripción en alemán Fraktur, una forma gótica de escritura que se dejó de usar en el Tercer Reigh.


Die evang. Kirchengemeinde 

Den toten Helden 

1914-1918

Jedes Heldengrab ist heilige Erde 

Alle starven Das Friedenwerde

“Todos murieron para que la paz pueda ser”. Y las fechas, 1914-1919, el periodo de la Primera Guerra Mundial- A los costados, la cruz teutona negra, Tatzenkreuz, que se repetiría constantemente. Este símbolo es importante ya que nos deja con la pregunta si este es un cementerio militar o religioso.

Tomé un lápiz y papel y empecé a anotar tumba por tumba. Toroman, Pojatzetovits y Aodo no tienen la cruz teutona, tienen una media luna, lo cual indica que eran musulmanes. Luego apellidos como Bodendorfer, Domokos, Ambrus y por supuesto, nuestros amigos protagonistas, Müller y Sum̃er.


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Es apenas aparente por los apellidos que cementerio tiene soldados de diferentes nacionalidades. Durante la WWI, la diversidad étnica de las Potencias Centrales hacía que los batallones se agruparan por nacionalidades, ya que era más eficiente para comunicarse: serbios con serbios, austriacos con austriacos, húngaros, así del mismo modo y en sentido contrario.

Cada lápida constaba de nombre, cargo en la milicia y fecha de muerte. Muchas lápidas decían “K.U.K” o "D. Preuss” y todas indicaban de que regimiento provenían. En la parte posterior, habían ciertas lápidas con dos agujeros simétricos.

La tumba de nuestros sujetos es la última. Contrario a las demás, la información es menor. Solo dice que Emil Müller era Infanterist y falleció en 1916; y que Xaver Sum̃er era un Trainssoldat, fallecido en septiembre de 1917. Noté como en la esquina superior de la placa había un nuevo tornillo en un nuevo agujero. No me sorprendería que hubiera sido el intento de robarse la placa, pero tenía que despejar dudas.

Entre lápida y lápida hay 2.65 metros en su lado más largo y 0.75 metros entre costado y costado. Sin embargo, al frente de Xaver y Emil, el extraño diseño solo le dejaba 2.25 metros.

¿Y las tumbas 31 y 32? Nada. Seguía con el misterio.

Regresé al pueblo a tomarme una cerveza y buscar en internet. La inercia de la historia original es tan fuerte que todo intento de búsqueda de este cementerio redirige a la historia de Xaver y Emil. Entonces, limité por fechas las búsquedas y las hice usando el viejo nombre alemán del pueblo: Schäßburg.

Eso hizo que de inmediato saltaran resultados de HOG-Schäßburg, una asociación de sajones de Sighisoara, establecida en, sí, Alemania. Fundada por saşi, estos tienen derecho a la nacionalidad alemana así sus familias no hayan estado allí en 800 años. Muchos se fueron con la llegada del comunismo a mediados del siglo XX.

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En su archivo hay 52 revistas perfectamente ordenadas con las actividades del pueblo desde 1994. He empezado a buscar, edición por edición: 1. 4. 17. 35. 38. Adivinen qué encuentro: Nuestro cementerio, con jóvenes limpiando las tumbas.

En una foto central, la lápida de nuestros queridos Xaver y Emil.

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“¿Será por eso el tornillo?”, me pregunté. Volví a la foto original de Guillem y noté que efectivamente el tornillo estaba reemplazado. Es decir, descartado el vandalismo. Cinco muchachos de Tübingen habían aceptado hacer un campamento de verano aquí, el 4 de agosto de 2012. Pero una de las imágenes me inquieta: las lápidas estaban siendo pintadas. Entonces me pregunté quién organizó este campamento y quién tomaba las fotos. Al pie de cada imagen se repetía el nombre de Dieter Koenig. He anotado su nombre en mi agenda y miraba cada vez más el dibujo que había hecho.

Si hay 32 cuerpos, él debe saber. El sol se había ido y sabia que me debía quedar más tiempo de lo pensado.

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Es otro día en Sighisoara. Mientras el café poco a poco se enfría en mi mano, me encuentro en la puerta a la dueña del hostal.  En un afán de pueblo pequeño, le pregunto si conocía a Koenig.

“Sí, trabaja para la Iglesia Evangélica de Sighisoara”. 

¿Recuerdan el memorial de piedra? Die evang. Kirchengemeinde.

Fue entonces que recordé pasar del consultorio del distrito de la Iglesia el día anterior. Esta ciudad es tan pequeña, que cada esquina se puede recordar. Así que después de caminar unas calles, toqué la puerta del consultorio.

“Buenas”, saludé. “¿Aquí está Dieter Koenig?”. Una amable joven me señala una casa verde al pie de la colina. “No, allí”. No eran más de 30 metros. Avancé con velocidad, con la mala fortuna de haber llegado una hora tarde del horario de atención. Desparchado, volví al cementerio a buscar más datos.

Atravesar el túnel de Sighisoara es un extraño viaje. Todo se oscurece, la humedad de las tablas de madera transforman el aire, y pareciera preparar un viajar al pasado. Para mi sorpresa, luego de varios días de pasar al frente de ella, esta vez, la iglesia estaba abierta. Al entrar me recibe una bóveda con algunos frescos que han sobrevivido a unos cuantos cambios, con una fecha que data del 1488, baúles para guardar alimento en caso de invasión y un amable señor en la puerta.

¿Su nombre? Alig.



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“Tengo una curiosidad, ¿dónde puedo encontrar a Dieter Koenig? pregunté. “¿Dieter? Abajo, en la casa verde”, Me decía mientras me señalaba uno de esos mapas turísticos de hitos sobredimensionados.  

—¿Para qué sería?

—Oh, es que quiero hacerle unas preguntas sobre el Cementerio de la Primera Guerra Mundial.

— Puede hacérmelas a mí, -me responde.

— Perfecto. Déjeme explorar la iglesia y en unos veinte minutos, le cuento.


Alig extiende su mano y me pasa un folleto informativo. Me dispuse a recorrer el interior de esta gótica iglesia, deteniéndome particularmente en el altar mayor. El texto, protegido por un plástico para darle un repetitivo uso, me advertía que ese altar en realidad estaba previamente en la Iglesia del Convento, abajo en el pueblo. Ahora hay en su lugar, una placa de los lugareños muertos en la Primera Guerra Mundial.

Escalofríos. Hay otro memorial, con nombres y apellido. Y lo mejor, estaba justo al frente de mis narices.

— “Alig”, le comenté. “Le quiero preguntar. ¿Cuántas lápidas tiene el cementerio de la Primera Guerra?”

— “No sé, unas 30”, comentó.

— “Exacto. ¿Por qué en el plano de la entrada hay 32?”

Me miró extrañado. Tomé mi celular, le mostré y le señalé el plano a unos metros de ahí.  Luego, le mostré a Xaver y Emil, la posición de las tumbas y su orden. Desconocía la identidad de nuestros particulares sujetos, pero mi curiosidad sobre las treinta y dos tumbas lo hizo actuar.

En eso tomó su móvil e hizo una llamada de unos diez minutos a la Parroquia. Les comentó que un colombiano estaba en este nártex, preguntándole con interes inusitado sobre la historia de ese lugar. Al colgar, me comentó que al día siguiente yo tenía una reunión a las 10:30 am en la parroquia.

— “¿Y qué más le comentaron?", emocionado le dije.

— “Que usted sabe algo”, respondió riéndose.

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Le pregunté si podía ir a la Iglesia del Convento, a lo cual dijo que sí. Me sorprendí, ya que la había visto repleta de andamios. “No, está abierta. Vaya, diga que va de parte mía”. Entonces, empecé a bajar al pueblo, por esas escaleras negras que comunican el colegio con el casco. Ahí abajo, la Iglesia del Convento. Adentro, en el costado izquierdo, en un pequeño nicho, una placa con una lista de nombres.



1914-1919

Caídos en la Primera Guerra Mundial.

Selig sind die Toten, die in dem Herrn sterben von nun an.

Ja, der Geist spricht, dass sie ruhen von ihrer Arbeit, denn ihre Werke folgen ihnen nach.

Offb. Joh.14/13




Con mi agenda y fotografías en mano, comienzo a buscar a Xaver y Emil pero no están. ¿Y el resto de soldados? Los nombres con coincidencias se empiezan a revelar: Karl Salmer. Johann Schmidt.

Volví a la taquilla. “¿Quienes son los que están en esta placa?” Le pregunto al muchacho en la taquilla.

— “Son los habitantes del pueblo caídos en la primera guerra”, responde.

Entonces ni Xaver ni Emil son de Sighisoara. Un pedazo del mito había caído. Si no eran de Sighisoara, ¿de dónde vienen Xaver y Emil? ¿Y los otros veintisiete?


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II. LA CASA VERDE.

Eran las 10:30 p.m, a doce horas de la reunión. Al pie de la escalera, empecé a preparar mis preguntas para la cita. Pero antes, necesitaba ordenar las ideas.

Así que elaboré un dibujo del cementerio.  Ubiqué las las marcas, la lápida de Xaver y Emil y las fechas de defunción y empezó a emerger un patrón en el diseño que no había notado. El memorial respondía a un diseño, a un orden con una excepción: Xaver y Emil lo rompen.

Si pensaban que tenía pocas preguntas, se equivocan.

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Doce horas después, a las 10:20 a.m, me preparaba para la reunión. Para llegar a la casa verde, uno atraviesa la casa natal de Vlad Tepes, mejor conocido como Drácula. Una historia de ficción tan famosa, que básicamente ha devorado Transilvania misma al punto de darle una relevancia mundial. Transilvania es, gracias a la ficción, sinónimo de vampiros.

Nunca antes había sido tan puntual, casi ni pude dormir. Pero estas son las vacaciones más largas de mi vida, y tenía todo el tiempo del mundo para gastar. La emoción de estar buscando a fondo este caso, parecía llegar a este momento. Parecía que iba a tener todas las respuestas.

Dentro de la casa verde, me reciben en un amplio salón con una mesa gigante de madera, una cruz austera en el medio, rodeada de los retratos de los anteriores regentes de la Iglesia.  A mis espaldas, los archivos de los habitantes de Sighisoara que datan de décadas atrás.

Extrañado, llega un hombre mayor con un libro gordete, como esos libros que me gustan.

“Disculpa, se me había olvidado tu reunión”, me dice. “Koenig va a tardar un tanto”. “No hay problema”, respondí. “Es que tengo unas preguntas y me dijeron que aquí podían resolverlas, con archivos y demás”.

“Sí, en cuanto a eso…” A la verga, sabía lo que se venía.

“…la encargada de esos archivos está de vacaciones”.

KARMA IS A BITCH.

Entonces, en un afán de no hacerme perder la cita, abre el libro gordote con la historia del pueblo, Schäßburg. “¿Le interesa es el memorial de la I Guerra Mundial?”, a lo que respondí que sí. Entonces abre el índice y llega a donde se le menciona. “Ah sí, fue aparentemente diseñado en 1944 por Georg Donath, después de una donación de terreno, para albergar 26 tumbas.” 26, esto no tiene sentido. Algo estaba mal.

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Algo me perdí. 1944 es literalmente en plena Segunda Guerra Mundial. ¿Fue esto un favor a la ocupación nazi? ¿Por qué hablan de 26 si nuestro memorial tiene, al menos, 30?

El señor se fue y me dijo que Koenig vendría en unos minutos. Entonces, estando solo en ese sitio, me dispuse a abrir el libro y buscar mas información a toda prisa. No podía perder tiempo: tomaba fotos, traducía, buscaba. En una de las páginas encontré a Georg Donath. Profesor de dibujo y artes del colegio, qué casualidad. Y finalmente encontré la página de la discordia donde alcancé a traducir algo sobre unos supuestos “fieles no-evangélicos”. En ese momento, la puerta de madera rechina y entra un señor mayor, vigoroso, con unos gestos diplomáticos en el rostro que estaban en el borde entre ayudarme con desenfado. 

“Mucho gusto, soy Dieter”. Cierro el libro apresuradamente como aparentando que no estaba leyéndolo.

“Disculpa, ayer alguien olvidó anotar esta reunión. Se hace por correo, pero ya está aquí… ¿Puedo saber para qué es?” Preguntó. “Interés académico y un … artículo de prensa”, mentí.

Aunque bueno, a estas alturas no sabía.

Empezamos a hablar de Sighisoara. Me pasa un libro de arquitectura escrito por un Leonhardt, que capaz sea familiar remoto de mi amigo sajón.

“Esta es una herencia enorme, pero pequeña”. Me contó que el pueblo se rige desde siglos con algo llamado “el Concejo de los Veinte”, que son veinte personas de cada diferente parte que toman decisiones sobre cualquier cosa que suceda. Antes, se escribían mensajes en piedras y se rotaban en las veinte casas; hoy basta con un Whatsapp. 

Fue el concejo de los veinte el que aprobó el campamento del 2012.

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“Una pregunta Sr. Koenig, ¿usted tomó esta fotografía?”, le indiqué mientras le mostraba la instantánea de las placas de los soldados secándose por la pintura fresca.

“Así es. En el 2012 organizamos un campamento de verano. Limpiamos lápidas, y le dedicamos un buen rato al cementerio de la Primera Guerra. Tratamos de no tocar nada, pero algunas estaban ya borradas”. Si algunas ni existían, para repintar dichas lápidas debieron tener una información previa.

“¿Por qué hay 32 tumbas en este plano?”, pregunté, mientras le mostraba la foto del plano que cuelga en la puerta del cementerio.

“Puede ser algún error de dibujo”, respondió. Quedé con la cabeza tibia. He trabajado en proyectos patrimoniales y en estos planos no hay márgenes de error. “Y entonces, ¿estas marcas detrás?”, me salté a la siguiente pregunta. “Ni idea. Posiblemente ahí estaban las lapidas, hay veces que la gente entierra gente a lado y lado. Tal vez era para evitarlo”.

“Señor Koenig”, respondí. “Anoche descubrí que esas 22 marcas corresponden a las personas que murieron antes del 11 de noviembre de 1918, es decir, durante la Primera Guerra”.

Se quedó en silencio.

“No lo sabía”. 

Les explico con este bonito dibujo que hice y sobrepuse en la agenda para que se vea bonito. Este es el cementerio. En amarillo pueden ver las veinte tumbas con marcas. Ahora, pongamos con líneas rojas los soldados que murieron antes que finalizara la guerra.

Desde la lápida 1 hasta la 22 están los caídos durante; luego, desde la 23 hasta la 29, los que murieron en post-guerra, hasta bien entrado 1919. Pero la lápida 30, Xaver y Emil, no encaja. Y ni rastros de la 31 y la 32.

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— ¿No le parece raro que el plano sea tan exacto como para ubicar las placas posteriores perdidas, pero inexacto para dibujar mal dos tumbas?

— …

Entonces Koenig me miró y me hizo una pregunta muy directa. “¿Por qué tanto interés en este cementerio?”

“Simple, se volvió una historia viral en redes sociales hace dos años. Un guionista español hizo una linda historia sobre una lápida.”

— ¿Ficción?

— Así es.

— Eso no es bueno. Tenemos suficiente con Drácula.. Sighisoara es más que eso, la herencia es muchísimo más intrigante, a mi parecer.

Ese momento se me cayeron los güevos al piso. Pero lo vi como una ventaja: si la iglesia me ayudaba a resolver el misterio de Xaver y Emil, podía darles una mano para poner en contexto el mito creado con la hermosa historia de Guillem.

— Sinceramente puede ser un fenómeno turístico en el futuro, -dije-. Hay arte, fotos de viaje, hasta un rap.


Las redes sociales son más poderosas de lo que creemos. En gran parte, mi motivo para ver la tumba fue la inercia misma de la historia de Guillem. ¿Cuántos lugares alrededor del mundo no han sido re-imaginados gracias a la ficción? ¿Las redes sociales no aceleran aún más esta vitalidad misma?

Lo he visto con mis propios ojos. La casa en la colonia Roma donde se filmó la película homónima del 2018. El turismo de Game Of Thrones que ha invadido de turistas lugares remotos que por sí mismos no reúnen la atracción suficiente. Y por supuesto, las escaleras neoyorkinas de El Bromas.

— ¿Me podría pasar la historia?, - dice escribiéndome su correo en mi agenda- . 

En eso me dice que hay alguien que me puede ayudar. Toma mi fiel rotulador y escribe “Kriegsgräberfürsorge”. 

— Ellos tienen algo. Ellos le pueden ayudar. Pero no están aquí, están en Alemania.

Acto seguido intercambiamos datos. Salí de la casa verde derrotado, sin obtener la información que quería. Pero algo me decía que la información estaba si preguntaba a las personas correctas.



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Esa misma tarde fui a caminar en las montañas cercanas. Salí por la parte posterior del cementerio evangélico y vi que los católicos y ortodoxos estaban en la misma colina. Luego, me enfilé hacia una cumbre. Desde lo remoto, Sighisoara es una pincelada extraída del pasado, como si no existiese tiempo en este lugar. Es un valle estrecho, rodeado de colinas, que no es común comparado con las llanuras de Transilvania.

No dejaba de pensar en aquello del cementerio de los no-fieles. La Segunda Guerra Mundial. Donath. La señora que estaba de vacaciones. Confieso que me sentía en un callejón sin salida.

Me senté en el prado a revisar mis correos y veo uno de Hannelore Baier, una periodista que había contactado previamente. Ella dejó claro que no tenía información, que como periodista escribía de muchas cosas y que me recomendaba visitar un cementerio soviético camino a la estación de tren, que tal vez le parecería algo interesante.

A la mañana siguiente repito la misma rutina. Un café que se me enfría en la mano, una revisada en redes sociales, pero armar la maleta. Pensaba ir a Hermannstadt o Sibiu, otra de las ciudades amuralladas transilvanas. Casi a la misma hora de la condena pasada, paso por el cementerio soviético y se me iba cayendo la cara de sorpresa.


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Las lápidas son similares a las de nuestro memorial, pero lo más impactante no era eso: las inscripciones de las tumbas están detrás de la lápida, no al frente. Una nueva teoría había nacido, ¿Xaver y Emil están detrás?¿Pueden estar separados?

¿Es posible? 

Me siento en el tren y comienzo a dibujar mi teoría, que parecía tener sentido. Solo una cosa no cuadraba: el piso de concreto de la parte posterior del memorial, donde está la inscripción. Me parecía totalmente absurdo que pusieran concreto sobre las primeras seis tumbas aunque eso no era necesariamente cierto: las lápidas simplemente podían estar detrás.

Entonces reviso mi archivo en el celular y llego a las fotos que tomé en la casa verde. Sentí algo de fastidio y frustración, pero decidí traducir de nuevo la información para anotarla en mi agenda.

“(…) Hay dos cementerios heroicos, mantenidos por los barrios evangélicos de mujeres (…)”

No podía creer que habian dos cementerios, pero en ese momento el tren ya corría, mientras me dirigía a Sibiu.



III. LA GUERRA.

Dicen que la verdad está entre lo evidente.  ¿Cuántas cosas hemos dejado pasar por no dedicarnos un sólo segundo a pensar en una posibilidad distinta?

Eran las 6:15 pm y bajaba del tren en Sibiu, la capital cultural de Transilvania. Hermannstadt, -su antiguo nombre alemán-, te recibe con tejados fisgones, que parecen saber algo que posiblemente has estado obviando todo el tiempo.

Mi investigación parecía llegar a un camino sin salida, pero aún tenía compromisos. Primero, envié mi correo a Koenig pidiéndole un inventario de tumbas y contándole la historia de Guillem -recordemos que nadie en la iglesia sabía de esto-. Por ese tiempo, Sergio Tapias, mi colega de Postales, me había iluminado con una idea: contarle también el impacto mediático. Era una jugada arriesgada, sobre todo al ser tema LGBT+, pero lo hago y envío el correo.

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Me senté en medio de la plaza a construir una base de datos con las fotos de las tumbas. Hice una lista de 32 celdas, aunque tuviera solamente 31 nombres. Puse sus nombres, regimiento, fecha de muerte, nacionalidad, religión y si su lápida tenía marcas posteriores o no.

Lo primero que he notado es que las fechas de muerte son dispares, que pueden ser agrupadas en sucesos, que sucedieron con pocos días de lapso entre uno y otro. Los agrupé por colores.  También noté es que las muertes sucedieron en los meses más fríos del año.


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Todo parecía indicar que no necesariamente sucedieron en batalla, sino por complicaciones de heridas al no sobrevivir en el hospital, posiblemente Sighişoara.

Resulta que Rumania en 1914 no era ni la sombra territorial del enorme pedazo que es hoy. Se limitaba a un croassaint detrás de los Cárpatos, que codiciaba Transilvania para sí misma pero estaba en manos de los austro-húngaros.

Sucede entonces la guerra. El rey de Rumania tenía sangre alemana, pero decide, en un acto muy ambicioso, declararle la guerra a los Poderes Centrales (Impero Alemán, Otomano y Austro-Húngaro). Si triunfaba, pavimentaba el camino para tomar Transilvania.

"Map of Romania and the neighboring states”, National Museum of Romanian History.

"Map of Romania and the neighboring states”, National Museum of Romanian History.

Sabía que las lápidas nos podían contar una historia, reconstruyendo la historia de sus muertes. Me interesaba saber los que rodeaban a Xaver y Emil.

Johann Schmidt es el último de los fallecidos. Muere un año después de que se acabara la guerra. Encuentro un periodista de Bucarest, Toma Roman, que cuenta que era un joven transilvano, que después de la guerra, decide enrolarse en el bando contra el que había luchado para en la nueva guerra Hungara-Rumana.

¿Qué hizo que Schmidt se cambiara de bando? Los tuyos. No importaba si Sighişoara era ahora rumana. Se enroló, tal vez desesperado sin empleo. Es un saşi y sí, es de Sighişoara. Por eso aparece mencionado en la Iglesia del Convento.

Los vecinos de Emil y Xaver son Löffler, Malchow, Türk, Adler, Süssmann y Rosen. Todos ellos muertos de postguerra, hacia el final de 1918. Sus cargos ya no son rimbombantes: ya no existían los reales ejércitos. Eran reservistas, dos de ellos choferes. Mueren con días de diferencia. Podemos imaginar que caen en una emboscada a algún convoy, o en algún accidente.

¿Pero Xaver y Emil? Recordemos que su tumba no cuadra con el orden. Ellos muren en 1916 y 1917.

En cierto bar en Madrid, meses atrás, conocí a Sebastián Camelo (Descenso, 2020) y supe de su interés por los conflictos bélicos. Esta vez le contacté para que me guiara a reconstruir la I Guerra Mundial y el paso de las tropas de las Potencias Centrales en Transilvania.

Resulta que el ejército rumano era, en esa guerra, medio pecueco. 35.000 hombres, pero con un entrenamiento para la batalla básico. Era como duelo a muerte con cuchillos. Sin embargo, en 1916, luego del ser neutral, invade Transilvania.

Entonces vemos el mapa.


Romanian invasion of Austria-Hungary, August 1916. Wikimedia Commons.

Romanian invasion of Austria-Hungary, August 1916. Wikimedia Commons.

Central Powers counterattack, September–October 1916. Wikimedia Commons.

Central Powers counterattack, September–October 1916. Wikimedia Commons.

— El ejército alemán se manda con toda, en rescate del austro-húngaro. Falkenhayn, llega con el 9no ejército alemán el 18 de septiembre. Pasan por Sighişoara el 4 de octubre.

Miro la base de datos. Barabas y Eikhof mueren esos días. Barabas era un Honved, un militar húngaro. Eikhof en su lápida dice que era un Leutnant Des Preuss, Caballero de Prusia, del régimen de infantería 27. Y miro a Muller: Infantería. También muere en 1916.

¿Pero de qué ejército? Guillem decía que era austriaco. Sebastián igual. Pero yo no me como ese cuento aún. 

Decidimos mirar a Xaver. Su lápida dice que es un Trainssoldat. Su labor nunca fue empuñar un arma; estaba encargado de las labores de logística de llevar provisiones y armamento por la vía férrea. Sighişoara tiene vía férrea directa con Brasov, Sibiu y Cluj. Sin embargo, su fecha de muerte no está compartida con nadie. Es posible que Xaver fuera asesinado en algún asalto fortuito a una línea de tren.

Aún así, debía existir una explicación del porqué están enterrados juntos.

Si Koenig dice que las tumbas fueron repintadas, ¿existen fotos de las tumbas antes del 4 de agosto del 2012? Vamos, internet existía en ese entonces. ¿Y dónde podrían estar?

Esa soleada mañana me tomé otro café y en un camino que me llevaba por el Puente de las Mentiras, (un puente que dicen aquí que tambalea si alguien dice una) conseguí sentarme a hacer algo de arqueología virtual.

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Para empezar, la búsqueda debía limitarse antes del 4 de agosto del 2012. Eso me arrojó resultados en Flickr, blogs de viajes y Wikipedia Commons. Llegaba a fotos cada vez más viejas, pero me derrotaba que las pinches fotos eran sacadas a la altura de la tumba de Xaver y Emil. Lo tenían al lado. Escribía a los dueños, sin respuesta alguna. Pero me empecé a fijar entonces en las otras tumbas y los resultados empezaron a ser más extraños. 

Habían tumbas cuyas lápidas fueron alteradas. Iulius Süssmann pasó a ser Julius Süssmann. Malchow (lápida 22) y Häusler (lápida 23) estaban cambiados. Si fue un error, quiere decir que la restauración de 2012 no tuvo rigurosidad; si fue una corrección, quiere decir que existe un inventario.

Decido seguir atrás. Llegué a esta imagen del 6 de octubre del 2007. 




“Sum̃er” origiginalmente estaba escrito como “Summer”. Así que descartado por completo que fuera una manera abreviada de un apellido, como suponía Guillem en su historia.. Sin embargo, la información era la misma: otro callejón sin salida.

Sighişoara fue declarada Patrimonio UNESCO y mi intuición decía que en su sitio oficial debe decir algo. Entré a la página original que me redireccionó al CIMEC, la dirección de Patrimonio Rumano. Devoraba a sorbos el café. Las nubes iban veloz mente por el cielo de Sibiu mientras le daba re-duro al teclado. Llegué a pensar que podía montar una agencia de stalker para arrocitos en bajo, y capaz ese sea mi nuevo trabajo.  

Luego de surfear entre páginas y álbumes de una página viejísima, uno detrás de otro, llegué la foto más antigua que había visto del cementerio, en una claridad muy baja. Les escribo un correo pidiéndoles la foto en mejor calidad y para sorpresa me responden.


CIMEC, Dirección de Patrimonio Rumano. Archivo. 1990.



Si el piso de concreto no existía, significa que las primeros seis cuerpos podrían estar detrás. Si el borde no existía, entonces era falso lo que deduje aquel domingo lluvioso sobre el espacio: Xaver y Emil perfectamente cabían. Y si Xaver y Emil no tenían placa, se confirma que existe un inventario de tumbas.

Entonces existió una renovación que alteró físicamente el cementerio. Si eso pasó, fue entre 1999 y el 2012. Y sabía dónde encontrar la respuesta: las 52 revistas perfectamente ordenadas del HOG-Sighisoara.

Entonces, volví al archivo. 

Revista número 9.

Página 30.

Una reunión el 16 de enero de 1998 donde se decidió reparar el monumento al cementerio de la I Guerra Mundial. Koenig estuvo ahí. Todo volvía a caer en sus manos. Todo dependía de una cosa: el correo que le había escrito contándole la historia escrita por Guillem. Si mi plan funcionaba, era suficiente para alarmarlo y poner a la iglesia a que me mostrara lo que había más allá.

En ese atardecer, el cielo cayó sobre Sibiu de una forma tremenda. El sol vino como una bendición, luego que los sonidos de truenos hacían que el Puente de las Mentiras crujiera, así mintiera alguien o no. 

Me senté a tomarme una cerveza, conecto la tablet a la señal de wifi del bar y se ilumina la pantalla: me llega una notificación. de la Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge, el nombre que Dieter había anotado en la agenda. De alguna forma, motivado por algo, Koenig los había contactado.


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En su interior, una carpeta de casi 100MB de documentos. Unas 300 paginas, sin mentir. Esa misma noche me dediqué, bajo la ventana a leer uno por uno los documentos. La tarea es larga ya que ni sé alemán, ni sé rumano y me toca pacientemente traducir todo aquello que yo viera crucial.

Recuerdo que eran las 2:00 am cuando me topé con unos hermosos dibujos. Inconfundiblemente eran las lápidas, con cambios de diseño, propuestas, presupuestos. Adjunto, correos sobre el estado de las tumbas desde 1994 hasta 1999, confirmando la reunión de 1998. Se habla de 30 tumbas. Se confirma la obra de reparación. Nada nuevo.

Pero el siguiente, el siguiente es simplemente hermoso: Agosto de 1926.



Kriegsgraberfursorge, 8. Agosto 1926.

La portada contiene la foto más antigua del cementerio que nos revela que al comienzo habían 20 lápidas. ¿Recuerdan los agujeros posteriores? Bingo. Esta es la explicación: no fueron hechas al mismo tiempo. De inmediato observo que los cuerpos están al frente de la lápida, lo cual descarta la teoría del cementerio inverso.

Ahí, en la esquina, la solitaria tumba de Xavier y Emil, pero sin lápida.

Entre sorbo y sorbo y llego a un libro escrito en 1931, “Tumbas de Guerra en Rumania”, con una portada más que majestuosa. Después de pasar por el índice, llegó a la página IV. Nuestro cementerio ahora tiene 30 lápidas, pero un arreglo floral está tapándolas. Siento como de nuevo, la tumba se me escapa de las manos. Sentía que tenía un extraño rompecabezas donde no lograba encajar una de piezas. 


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Tumbas de los héroes fallecidos en Rumania. 1931. Página IV.

Pero entonces, llego al archivo mayor. Creado en 1941, un informe para el Tercer Reich de las tumbas de los soldados caídos en la Primera Guerra. Cientos de nombres, perfectamente ordenados entre páginas y páginas de pueblos rumanos, básicamente ientos de historias sin contar. Llego a la página 130: Schäßburg.

Una lista de héroes alemanes:

Sens

Heinrich.

Joachim.

Friedrich.

Malchow.

Adler.

Süssman.

Löffler.

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Y escritos a mano, Summer y Müller. Nuestros dos soldados protagonistas resultan ser alemanes. Todo para un total de ocho soldados cuyos nombre están escritos a máquina y dos, a mano, como añadidos a las carreras. Xaver Summer es de un pueblo llamado Bumingen y Emil Müller nació en Biseingen.

Al lado, casi en código, una frase que lo cambiaba todo. Le escribo a mi amigo sasi para que me ayudara a comprender lo que ahí decía y la respuesta era de todo, menos esperada.

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Xaver y Emil fueron trasladados del cementerio católico de la I Guerra Mundial al cementerio evangélico el 1 de junio de 1935. Aquel cementerio lo había pasado de largo el día que fui a caminar las montañas, porque me intimidé por dos sujetos parados en la entrada. Solamente recordaba el águila de espaldas.

Si Xaver y Emil fueron trasladados en 1935, ¿de quién es la tumba de la foto de 1929 y de 1931?

Paso la página.  Empieza la lista de los soldados austro-húngaros o del K.U.K.

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Al final, un soldado desconocido cuya fecha de muerte es el 5 de diciembre de 1918. La tumba 30 no es de Xaver y Emil, nunca lo fue.

Xaver y Emil son la 31 y la 32.

Están a lado y lado, separados.

Justo al pie de ese informe se corrobora: en máquina está escrito que hay 30 tumbas y ocho. Abajo, a mano y a modo de corrección, está escrito que ahora hay “32 tumbas y 10 alemanes”.

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Entonces, ¿por qué los movieron? En 1934 hay una visita de reconocimiento del Partido Nacionalsocialista a los cementerios de los caídos, un año antes del traslado. La Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge me confirma que en el documento de 1941 se menciona que otros tres soldados (alemanes o austriacos) serán trasladados, tal vez en repuesta a la anexión de Austria en 1938. Entonces estalla la II Guerra Mundial y todo se detiene.

Xaver y Emil nunca tuvieron lápida propia. La forma más fácil de resolver, fue tomar la lápida del soldado desconocido y escribir en ella sus nombres.

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Entonces, un mes después, los soviéticos llegan a Sighişoara. El país cae bajo el comunismo. Muchos sasi se marchan a Alemania. Se funda la HOG Sighişoara para mantener viva la memoria y en 1998 deciden restaurar las tumbas. Se decidió crear el cordón de concreto, sin saber qué por error se estaban excluyendo a Xaver y Emil, ya que suponían que estaban en la tumba 30.



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En 2012 fueron renovadas por estudiantes de Tubingen, que corrigieron el error de Malchow y Häusler, pero no repararon en la tumba 30. Finalmente en 2018, Guillem Clua visita el cementerio y crea una historia de amor. Sin embargo, cuando supe que era ficción, no podía dejar que la duda me quedara en el aire. Hasta ahora.

El misterio de por qué dos soldados de la I Guerra Mundial están enterrados juntos, en un cementerio en el corazón de Transilvania, está finalmente resuelto. 

EPÍLOGO 

Me he puesto a buscar la existencia de Bumingen y Biseingen. Sin embargo, no hay mucha información. Los pueblos en Alemania tienden a cambiar de nombre o a fusionarse entre sí, pero eso no me detiene. He preparado un correo para escribirle a los posibles opciones de ser la ciudad natal de Emil y Xaver.

Hola,

hace unos días empecé una investigación curiosa sobre dos soldados caídos en la I Guerra Mundial, enterrados en Schäßburg, Rumania. He llegado a la conclusión que vienen de su pequeño pueblo y que por circunstancias de la vida, sus nombres se han confundido.

Sé lo difícil que es separarse de su familia a causa de la guerra. Si tienen en sus expedientes un soldado de este apellido, que batalló en el noveno ejército alemán y si su familia es aún vecina de su pueblo, pueden comunicarles. 

Está en una colina, muy cerca al cielo y comparte la eternidad con un valiente soldado desconocido. Sé que sus lápidas no pueden existir, pero sin embargo, sus nombres le han dado la vuelta al mundo.

Y confíen que en nosotros está su historia”.


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